Hola, amigos, buenas tardes de este mes de enero que ya nos lleva
en volandas por su mitad. Pues hoy os presento este cuarto capítulo, penúltimo
de Línea 29, y con él creo que llega
vuestro turno de adivinar. Ya no hay más tiempo: en el próximo se resuelve el
misterio. ¿Alguien se atreve a señalar al culpable? Y dar sus razones de
culpabilidad, claro. Intentadlo, que puede ser divertido y aquí estamos para
pasar un rato agradable entre todos. ¡Animaos!
Bueno, pues antes de pasar a leerlo os quiero llamar la atención
sobre el hecho de que ya hemos pasado ampliamente las ¡¡30.000 visitas!!
¡Enhorabuena a todos porque tenemos un buen espacio al que nos gusta venir
frecuentemente! Solo os quiero animar, a los que no lo habéis hecho todavía, a
vuestro me gusta en mi página
profesional de facebook —en el costado derecho de vuestra pantalla tenéis el
enlace— y poder recibir el aviso inmediato, a través de vuestro facebook, de cuando
coloco algo en esta página…y más cosas que comparto solamente allí. Os espero allí
también donde estamos a punto de alcanzar los 220 amigos seguidores.
Pues ya, no os entretengo más que seguro que tenéis ganas de saber
qué pasó en la Línea 29. Espero vuestro turno…J
Y recordad, si no lo habéis hecho ya, antes de leer este cuarto
capítulo pasaros por los tres anteriores: el primero (https://jrdecea-cuentamelos.blogspot.com.es/2018/01/linea-29-capitulo-primero.html),
el segundo (https://jrdecea-cuentamelos.blogspot.com.es/2018/01/linea-29-capitulo-segundo.html)
y el tercero (https://jrdecea-cuentamelos.blogspot.com.es/2018/01/linea-29-capitulo-tercero.html).
Un cariñoso abrazo, de esos que me gusta dar a mis amigos, para todos
vosotros.
José Ramón.
«No es la primera vez que una línea de autobuses es el escenario
de un suceso luctuoso. Línea 29; última parada; estación de autobuses de la
capital: sobre las 19:15 h de este jueves y notando ya que la niebla se iba
apoderando de los andenes, Javier Sandino, revisor de la Línea 29, entre otras,
que hacía el trayecto: Casas Bajas, Gargantilla, Mirador, Torreanclada y
Capital, se encontró a Gabriel Pocamonta, conductor en el turno de tarde,
tendido sobre el volante de su autobús cuando se acercó al autobús que hacía
cinco minutos había llegado para recibir el parte del trayecto que acababa de
realizar. “Estaba tendido sobre el volante; lo incorporé sobre el respaldo de
su asiento y comprobé que no tenía pulso. Al hacerlo vi, cerca de la yugular,
en la parte derecha del cuello, un pequeño moratón y un pinchazo, como el que
sale en el brazo cuando te sacan sangre para un análisis. Nervioso, aún lo
estoy, llamé al teléfono de urgencias y en pocos minutos se presentó una
ambulancia y una pareja de la Policía Estatal”, le relataba a esta periodista.
La Estatal, a cargo del caso, todavía no tiene detenidos y el secreto del sumario ha sido decretado
por el juez de guardia».
Así lo conté en el digital de La
Crónica Roja este viernes. Esperé a tener más datos para mi columna de la
edición de papel.
Me alertó, Luis Martos, a través de un whatsapp la tarde del jueves:
«Carmen, han encontrado muerto a G. Pocamonta. La Estatal en la estación bus.
El revisor lo encontró. Voy p´allá». «Voy ya», le contesté escuetamente.
Allí, Luis, me contó algo que vio, y le extraño mucho, aquella
mañana en la que andaba tras el veterinario de Gargantilla. Conseguí, también,
hablar con el revisor.
A primera hora del viernes, tras escribir mi crónica digital, ya
sí tenía una razón para ir a ver a Sera,
como me gustaba llamar a mi amigo, el inspector Serafín Trescantos, y obtener
la información más reciente, de primera mano, sobre la muerte del Pocamonta, que tenía toda la pinta
de haber sido un asesinato. Además, con la suerte de que, a Sera, le fue
asignado el caso.
Tras el saludo inicial de siempre: «¿Qué tal, Sera?; Bien ¿y tú?»,
hablamos: «Sé que tienes algo para mí…—y él me contestó— no, lo siento pero hoy
no puedo contarte nada…no puedo pararme ni un segundo…—la verdad es que esa
contestación no era nueva; siempre me decía algo parecido— Sí, hoy sí lo tienes
y no me vengas con esas de siempre, que tiene que ver con Gargantilla…».
Me dijo que estaban bastante perdidos. Yo le conté quiénes habían
subido en Gargantilla y mis recelos particulares. Además, le referí un detalle
que, en su momento, no le di demasiada importancia y que tras la conversación
con el revisor me vino a la mente. También le conté lo que me relató Luis
Martos.
No estuvimos demasiado tiempo hablando pues no teníamos demasiado
que decir, pero sí lo suficiente para intercambiar con él mis impresiones sobre
quién habría podido matar a Gabriel Pocamonta. Casi podríamos asegurar que fue
uno de los pasajeros que aquel jueves, en la parada de Gargantilla, subieron al
29 y con los que compartí unos minutos de frío sentada en aquella caseta.
Razones no les faltaban a ninguno de ellos. Sólo se necesitaba ser listo e
incisivo en los interrogatorios.
Continuará...
2 comentarios:
Me está gustando muchísimo, no tengo ni idea de quién puede ser el asesino, todos parecen culpables y todos tienen razones para asesinarlo .Me imagino que el asesino salió el último del autobús, deseando leer el último capítulo.
Gracias, Mercedes. Me alegro que te esté gustando pues me estreno en este género con este relato por capítulos. Aunque no hay demasiados comentarios creo que está siendo divertido, a juzgar por el número grande de visitas que estamos recibiendo. En un par de días, como máximo, quiero traer la resolución de este primer caso de Carmen Miraflores. Espero que lo disfrutes también. Pronto regresamos a la literatura infantil con un proyecto que va a gustar mucho. Un abrazo grande para ti, con mi agradecimiento por tu comentario que siempre me estimula.
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