domingo, 4 de junio de 2017

COSME Y LA TRUCHA





Buenas noches queridos amigos de mis historias que tanto me gusta contaros. Hoy os quiero traer una historia que hace tiempo que no aparece por el blog: la última vez fue en junio de 2015. Es una historia en la que, como en todas, procuro transmitir valores. Lo hago porque no concibo que la literatura infantil sirva solo para divertir o para tener más o menos tranquilo a un niño. Muchas veces, estando con gente conocida, y que seguro que cuando os cuente lo que os voy a contar aparecerán en vuestras mentes, les habéis oído decir: “¡qué niños pesados! ¿no van a dejarnos hablar tranquilos?”…me vienen a mí ahora, a la mente, la cara de un par de ellos…; y para callarlos les han soltado un cuento para que se entretengan. Probablemente, en su día, lo compraron para estas ocasiones: para que el niño esté en su cuarto y nos deje un rato de tranquilidad con nuestra pareja o nuestros amigos. Mis cuentos no sirven para eso. Mis cuentos requieren que, inicialmente, sea compartida la lectura con el pequeño en cuestión. Porque todos ellos, mis historias, están cargadas de valores. El niño, de corta edad, no es capaz de identificar por sí solo el 100% de los mensajes que se encuentran entre las letras y las ilustraciones de mis cuentos. Necesita que un mayor se los haga ver (os aseguro que tras ese trabajo, el mayor, se termina enamorando, también, de la historia). Es importante que haya un diálogo entre el pequeño, objetivo de la historia, y su padre, tío, abuelo, hermano mayor, etc. Es importante que nuestros hijos, sobrinos, nietos, etc., identifiquen los valores que llevan incrustados en sus páginas mis relatos. Después él, el pequeño, será capaz de reproducirlo por sí solo una y cien veces más hasta que interiorice esos valores y los pueda poner en práctica en su vida cotidiana. Yo procuro que mis trabajos vayan más allá de divertir a un niño y busco que sirvan de nexo de relación de los mayores con sus pequeños: hoy nos es difícil, la mayoría de las veces, encontrar un rato para pasarlo con ellos; mis cuentos ayudan a que nosotros, los de más edad en ese binomio, nos busquemos la vida para encontrar ese momento que tiene vocación de ser importante en la vida de nuestros pequeños.
Pues bien, la historia que os traigo de nuevo hoy, tras dos años sin aparecer por esta página cita con las ilusiones, nos habla de amistad. Cierto que es una amistad rara…pero el trasfondo es la Amistad, con mayúsculas. Pero también nos habla de la discriminación que muchas veces sufren los niños en sus juegos con los demás por el mero hecho de tener algún problema físico, funcional o del tipo que sea. Es duro decirlo pero es algo que sucede. En “Cosme y la trucha” vemos lo importante que es la amistad para sobreponerse a ese aislamiento y esa, en cierto sentido, discriminación (hablar de estos asuntos es difícil en estos tiempos porque la sensibilidad de la sociedad, en relación a ellos, está a flor de piel...A pesar de ello, me he decidido a comentaros lo que "Cosme..." pretende aportar en este sentido) que sufren los niños con algún trastorno o problema y que produce las mofas de sus compañeros menos solidarios. Vemos, como digo, cómo la amistad es la vía para su solución y su integración…aunque sea la que se tiene con una trucha (eso es lo tierno de la historia aunque en el trasfondo está lo que pretende transmitir mi historia).
“Cosme y la trucha” es uno de mis primeros cuentos y, aunque muchos de vosotros ya lo conocéis, sobre todo los más antiguos en esta ventana, os tengo que decir que está ilustrado por mi compañera Tania Rico. ¿Os suena el nombre? Pues claro que sí: Tania es la magnífica ilustradora de “La nota que faltaba” (reservados los derechos de autor. https://www.facebook.com/tristaniarico, http://www.tristania.es/,    http://artenuntris.blogspot.com.es/) y os tengo que decir que trabajamos antes en “Cosme…” que en “La nota…”, aunque esta última tuvo el privilegio de salir antes a la luz. A mí, personalmente, y sabéis que soy siempre muy sincero con vosotros, me gusta más esta historia que os traigo hoy que la de mi primer álbum editado. Espero pronto ver editado a Cosme y su trucha  para que podáis disfrutar de él tanto como lo estáis haciendo con “La nota…”.
Bueno, pues antes de pasar a leer el fragmento que os traigo hoy os recomiendo que también os acerquéis a ese lejano junio de 2015 (http://jrdecea-cuentamelos.blogspot.com.es/2015/06/cosme-y-la-trucha.html) en el que os hablaba por última vez de estos dos amigos. Os gustará.
Os deseo en esta noche de junio qué descanséis y qué no dejéis de soñar y de ser felices.
Un cariñoso abrazo.
José Ramón.




Esta es la historia de Cosme, un niño que, causa de su tartamudez, recibía el rechazo y las burlas de sus compañeros de juegos. Cosme quiso compartir su soledad con su única amiga a partir de aquél día…no fue tarea fácil porque se trataba de una pequeña trucha de ojos negros y piel resbaladiza que no se encontraba demasiado cómoda fuera del agua…aún así Cosme se afanaba en ello hasta que de pronto…
Es una historia tierna en la que se pone de manifiesto que el cariño entre las personas debe de estar más allá de sus apariencias y sus limitaciones físicas, porque en su interior siempre hay un corazón que merece la pena ser conocido y querido. Es una historia en el que la amistad puede con todo y es el vehículo de la solución de muchos de nuestros problemas.


Era, Cosme, el protagonista de esta historia, un niño más pequeño de estatura de lo normal y bastante delgado, para su edad. Su constitución y su extrema delgadez llamaban la atención: el resto de los niños eran más bien fuertes, como corresponde a un pueblo de montaña en el que se desarrolla el cuento que voy a relatar. A parte de su aspecto físico, Cosme tenía un pequeño problema: tartamudeaba un poco, sobre todo cuando se ponía nervioso. Esto y, como digo, su aspecto físico, hacía que Cosme viviese un poco aislado del resto de niños. Nadie quería ir con él para evitar ser mofa del resto de amigos.
Era ya principios de julio y se presentaba un verano caluroso, aún más que de costumbre, pues se venía padeciendo en la zona una sequía importante desde hace más de un año.
El río que bordeaba el pueblo llevaba seco desde principios de abril, excepto en la parte conocida como “el lago”: un ensanche de gran superficie del propio río que, todavía, mantenía agua con una profundidad de unos cinco metros; lo suficiente para permitir que más de una trucha permaneciese allí hasta el invierno. Este paraje suponía un reclamo suficiente para que fuese normal ver, en el pueblo, pescadores yendo de acá para allá.
Sin embargo, debido a la sequía, ese año no se habían visto demasiados. Más bien se habían visto pocos.



Cosme decidió que, como estaba muy solo y nadie quería jugar con él, se iría al lago e intentaría pescar algo. Jamás lo había hecho y no tenía la menor idea de cómo proceder; pero imitaría a los pescadores que más de una vez observó cómo se afanaban en sacar uno y otro pez de aquellas, entonces más que nunca, pacíficas aguas.
Se le ocurrió que como caña serviría una rama que encontró en los alrededores de su casa; de sedal, una cuerda que cogió a su padre del desván; valdría como anzuelo un alfiler doblado del costurero de su madre. En realidad llevaba dos, para tener uno de repuesto. Como cebo, cogió miga de pan del día anterior que, convenientemente humedecida con agua del lago, haría su función. No olvidó, por supuesto, una buena bolsa para llenarla con la pesca.



Llegó al lago. No había nadie. Perfecto, todos los peces para él, pensó......................................
–Se-seguro que lle-lleno la bol-bolsa de pe-pe-pescados –dijo nervioso.
Pasaron un par de horas sin sentir ni un solo tirón...................................................
–Me- me llamo Co-Cosme ¿Y tú?
La trucha, cada vez se movía menos y los ojos suplicaban algo que Cosme no alcanzaba a comprender. Fue tal la mirada tierna de semejante criatura, que hizo que Cosme acariciase con sus manos el puntiagudo morro del animal acuático. La trucha sólo tenía fuerzas para mover un poco la cola.
–Si te-te suelto, se-se- seremos amigos ¿va-vale? –le dijo Cosme.
La trucha parecía que le entendía, y...............................






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