sábado, 20 de febrero de 2016

"LA NOTA QUE FALTABA"





Buenas tardes amigos, después de más de mes y medio sin dar señales de vida: la vida ajetreada que llevo en esta época no me permite venir a pasar un rato con vosotros y, eso, os lo aseguro, me crea una ansiedad que puedo gestionar unas veces mejor que otras…y cuando ya no lo resisto más, es cuando aparco todo y me vengo con vosotros. ¡Qué tiempos tan maravillosos aquellos en los que cada quince días, más o menos, aparecía por aquí para contaros algo! Espero que vuelvan pronto.
Bueno, pero, de momento, hoy sí estoy rompiendo mi silencio y mi “indiferencia” obligada. Estoy encantado aquí, sentado frente a mi pantalla, sin nada planeado que decir y, únicamente, feliz por poder acariciar las teclas para crear palabras y transmitir pensamientos. Os voy a contar un secreto que alguno de vosotros, mis amigos a los que conozco en persona y sé que también nos visitáis, conocéis ya desde hace tiempo: entre mis hobbies está el de la música y, concretamente, el de interpretarla a través o, mejor dicho, mediante mi saxo. No soy profesional, ni llevo demasiado tiempo disfrutándolo: soy un estudiante que tras cinco años intentando que suene bien para poder transmitir sensaciones a los que me escuchen, se encuentra feliz de haber tomado la determinación, un día, de aventurarme en este campo. Me gusta mucho la música; cualquier tipo de música…bueno, cualquiera no,…hip-hop…rap…Me encanta escuchar música: la clásica, el jazz, el pop, el rock, el country,…prácticamente toda. Me encanta tocar lo que sé con mi saxo y aprender a tocar lo que me encuentro en las partituras que me presenta mi profesor, al que mando un fuerte abrazo desde aquí...bueno no sólo a él, sino a los otros tres magníficos profesores, de ambos sexos, que he tenido la fortuna de tener. Esas partituras que cuando me las trae veo imposible el que algún día sea capaz de interpretarlas aceptablemente bien. Pues en eso estoy, y la verdad es que a cualquiera de vosotros os aconsejo, si me lo permitís, que elijáis un instrumento para aprender a tocar y os metáis en este mundo. A nuestro nivel da muchas satisfacciones y supone un reto personal, que forja nuestro carácter, por muchos años que tengamos…ya no somos unos niños…desgraciadamente, porque si hubiese empezado de niño ahora creo que disfrutaría mucho más de mi saxofón y la música que sale por su campana. Efectivamente supone un reto el día a día estudiando frente a una partitura que se me antoja demasiado difícil para mi nivel. Pero, una de las cosas buenas que tiene es que, durante el tiempo que dedico al estudio, me desconecto del mundo y ello me provoca una sensación de bienestar difícil de describir cuando acabo y limpio las zapatillas de mi dorado instrumento. Sí, la música y su estudio es algo que merece la pena experimentar y hoy, que hablamos de ello, aprovecho para recomendaros que os acerquéis a ella, que no os arrepentiréis…y espero que me lo contéis si alguno sigue mis consejos.
Pues ya veis que la entrada tiene que ver con la música. Os quiero presentar un cuento nuevo que nos habla de la dificultad que tiene un saxo, el protagonista de la historia, para tocar una determinada nota con la afinación adecuada; y de la desesperación de sus compañeros intentado ayudarle…¿lo conseguirán?...¿qué inventan para ayudar a Sax con su problema?
“La nota que faltaba” es un cuento ilustrado por mi compañera Tania Rico Fernández (reservados los derechos de autor. http://www.tristania.es/  http://artenuntris.blogspot.com.es/ https://www.facebook.com/tristaniarico ). Ella, como sabéis, es la persona que ha ilustrado también “Cosme y la trucha” y ya os adelantaba, en la entrada del 2 de junio del año pasado, que estaba ilustrando el cuento que hoy os traigo. Además, y esto es reciente, ha sido aceptado por una editorial y en breve esperamos que sea publicado. Esto es una buena noticia para ambos pues es la recompensa a nuestro trabajo y tesón, a la hora de conseguir que nuestras historias ilustradas sirvan para crear ilusiones en todos los que deseen acercarse a ellas a través de un libro físico, de los que se dejan acariciar y huelen a imprenta; o a través de la pantalla de un lector de libros electrónicos. Ya os tendré informados de los avances en este proceso. De momento, aquí os traigo una parte para que vayáis familiarizándoos con él y con la maravillosa forma que Tania ha tenido de darle vida.
Un abrazo a todos y espero que no me lleve demasiado tiempo el que pueda volver a sentiros cerca.
José Ramón.

Sax, un jovencísimo Saxofón Alto, intentaba poder llegar a formar parte de la banda del pueblo a la que pertenecían todos sus compañeros instrumentos, pero le resultaba muy difícil llegar a completar la escala musical que debía sonar, dulce y cálida, saliendo por su dorada campana.
Sus amigos trataban de ayudarle, aunque no les resultaba nada fácil.
Esta historia nos habla de música, de la base del conocimiento musical en los inicios del aprendizaje, siempre duro, de un instrumento musical.
En esta historia se transmite, a través de lo contado, lo importante que es, en la comunicación con los demás, el buscar las mismas referencias y puntos de encuentro para que ésta sea fluida y provechosa.
En definitiva, se trata de una entrañable historia en la que a través de la enseñanza musical nos asomamos, también, al mundo de las relaciones personales y del compañerismo y la colaboración, la amistad, y la labor de equipo, en el seno de un grupo como el que tenían Sax y sus amigos.


Ésta es la historia de Sax, un Saxofón Alto que todavía, como era muy pequeño, no había encontrado la manera de tocar todas las notas de su registro; es decir, todas las notas que un instrumento como él debería saber tocar.
¿Por qué no se lo enseñaban sus padres? os preguntaréis. Pues os contaré que su padre, un Saxofón Tenor, y su madre, uno Alto como Sax, eran dos prestigiosos instrumentos que viajaban dando conciertos por todo el mundo con su banda. Un fatal accidente de avión durante uno de esos viajes hizo que Sax se quedase solo. Desde entonces vivía con sus amigos instrumentos entre los que, por desgracia, no había ningún otro saxofón como él.
Los días para Sax transcurrían intentando ser capaz de tocar la nota “Sol” –era la única nota que le faltaba por aprender a tocar– para poder, como instrumento solista que era, interpretar cualquier canción que le gustase y, sobre todo, para formar parte con sus amigos de la magnífica banda que tenían. Él sabía cuáles de sus llaves deberían permanecer abiertas y cuáles cerradas para poder hacer sonar la nota que le faltaba: Sol. El problema era que no sonaba como debería y no encontraba quién pudiese enseñarle a hacerlo.
–Ven, Sax, que te voy a enseñar cómo tocar Sol –era Paiano, un joven piano que siempre que podía hacía lo imposible por ayudarle.
Paiano tocó “su” Sol –sonaba muy claro y muy fuerte– mientras Sax acercaba su campana para oírlo mejor.
Sax adoptó su posición para tocar Sol y… el sonido era distinto y apagado.
–Lo he oído bien, pero soy incapaz de reproducirlo –dijo Sax desconsolado.
–¡Espera, espera! –dijo Clarín, un clarinete muy delgado y nervioso–. Déjame intentarlo a mí.
Con su habitual hiperactividad, que chocaba con la tranquilidad del bueno de Sax, se metió físicamente en la campana de aquél y tocó tan fuerte su Sol que a Sax estuvieron a punto de saltarle por los aires las zapatillas de sus llaves. Todavía alterado y sin haberse repuesto del sonido de Clarín, intentó reproducirlo, de nuevo sin éxito…
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–¡A ver, a ver, un momento de atención! –acababa de llegar Guitar, una guitarra española muy alegre y dicharachera.
–Ven aquí, Sax, súbete en mi cadera y escucha…
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