sábado, 28 de febrero de 2015

PAN CON MIEL




Buenas noches, queridos amigos de mis historias y sueños. Hace ya unos días que no acudía a nuestras citas en nuestro mundo, al menos con mis letras. Con mi presencia tened por seguro que sí pues disfruto con veros aparecer por aquí: los números no engañan y ya estamos cerca de las 11.000 visitas cuando todavía sentimos cerca la resaca de la celebración de las 10.000.
El otro día conocí un nuevo seguidor de nuestro blog y me preguntó que dónde podría leer los cuentos al completo. Yo le dije lo que ya os he comentado a vosotros en alguna ocasión: es muy peligroso el presentar el cuento en su totalidad en esta página pues estaría en peligro de ser plagiado y ya me sería muy difícil poder publicarlo. Además, si hiciese eso, estaría poniendo en peligro, también, el trabajo de “mis” ilustradores y eso no lo puedo hacer por nada del mundo. Sé que lo entendéis. Os pido, queridos amigos, seguidores inseparables de mis cuentos, que tengáis paciencia porque estoy seguro de que, al final, todos mis cuentos saldrán a la luz para ser disfrutados por pequeños y mayores y os aseguro que la espera habrá valido la pena. Gracias por ello a todos y a nuestro nuevo seguidor, Miguel Ángel.
Pues sí, ya tenía ganas de presentaros algo nuevo y realmente bello. ¿Os acordáis de la historia de Irma y la leyenda del hombre que habitaba en las montañas y…la urraca que llevaba bolitas con miel en su pico…? Realmente es una maravillosa historia y es una de mis preferidas: irradia sensibilidad, inocencia y, sobre todo, fantasía. En ella se pone de manifiesto el amor que, una pequeña como Irma, siente por su familia a pesar de los problemas y las dificultades para salir adelante.
Ya os comenté, en la entrada del pasado 4 de julio, que encontré a la ilustradora ideal para mi historia, llena de sensibilidad, ilusión, trabajadora a más no poder y artista, sobre todo esto último: artista con mayúsculas. Me refiero a Jezabel Reigada (todos los derechos reservados)
http://www.domestika.org/es/jezabel_reigada/portfolio  https://www.facebook.com/JZBLRG ). Y ya es el momento de mostraros cómo, ella, ha dado vida a Irma. Gracias, mi querida Jeza, una vez más, por tu trabajo y pasión en dar luz y color a nuestro “Pan con Miel”, y a ver si podemos pronto llegar a publicarlo aunque todavía no tenemos editorial interesada en esta historia fantástica.
Bueno, pues os dejo con parte del cuento que tiene relación con lo que ha ilustrado Jezabel. Espero que lo disfrutéis en este tiempo en el que la primavera ya está llamando a nuestra puerta y animando a los maravillosos almendros para que nos regalen lo vistoso de sus flores, unas de mis preferidas por su extraordinaria belleza, por cierto.
Un afectuoso saludo a todos vosotros, besos y abrazos a los que conozco personalmente, y que disfrutéis todos con lo que os traigo hoy. ¡Feliz noche, amigos!
José Ramón.

Irma era la pequeña de una familia realmente desgraciada. Habitaban en una casa en mitad de la nada; aislada por dos grandes autopistas que discurrían, de norte a sur, atiborradas de vehículos circulando a grandes velocidades y haciendo un ruido realmente molesto; sobre todo por las noches.
Su padre estaba en cama aquejado de una extraña enfermedad...
Su madre era el verdadero sostén de la familia. Se levantaba de noche antes de que el Sol rompiese por el horizonte, para recorrer a pie por caminos, de fango en invierno y de polvo en verano, los casi quince kilómetros que les separaban de la ciudad. Allí, limpiaba en casas, atendía enfermos y mendigaba unas monedas para poder mantener con vida, día a día, a su familia.
Por su parte, Irma, que ya debía haber iniciado la escuela hace unos pocos años, empezó a estudiar en casa pues todavía era muy pequeña para ir sola, por aquellos caminos. Su hermano la ayudaba siempre que podía.
No tenían luz ni agua corriente. En cuanto el Sol desaparecía la tenue luz de unas velas era toda posibilidad de iluminación de aquella casa. Como cocina, utilizaban un viejo fogón de hierro alimentado por maderas que, Irma, con mucho esfuerzo, se afanaba en buscar y recoger en los montes cercanos. También era la encargada de llenar unas garrafas de plástico con el agua que brotaba, a duras penas, de una fuente cercana. Era muy triste ver a la pequeña Irma detrás de una vieja carretilla alejándose de lo que era su hogar, en busca de madera o agua, pasando por debajo de las ruidosas autopistas y peleándose con una y otra piedra que dificultaba su andar. 



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